Cuando
se abre una botella de vino lo primero que uno prueba es el aroma que se
desprende al descorchar la botella. Esto lleva a que el cuerpo comience a
disfrutar lo maravilloso que puede ser esta experiencia. Pero para poder disfrutarlo,
no se debe de tomar a la ligera. No es lo mismo tomar agua de un sorbo rápido
que beber vino de forma pausada para poder lograr la identificación de los
sabores que existen dentro de la botella.
Hay que saber cómo tomar el vino para que se pueda tener una buena
opinión.
Cuando
pruebas el vino de forma pausada la lengua se especializa en registrar las
distintas sensaciones. Por ejemplo, el sabor dulce se puede notar más en la
punta de la lengua. Si el vino tiene acidez, se puede sentir a los lados de la
lengua. Por lo tanto, el vino amargo se siente en la parte de atrás de la
lengua. Cuando sorbes el vino, lo mueves por toda la boca para que tenga
contacto con la lengua y se pueda distinguir las diferentes categorías que hay
al poder probarlo. Esto ayuda a que el cerebro puede encontrar los sabores que
están pasando por tu paladar.
Cualquier
sabor dulce se registra en el cerebro porque corresponde a lo primero que el
vino toca en la boca, el sabor ácido se registra después y luego el sabor amargo.
Mientras el cerebro se mantiene trabajando en las sensaciones relativas a lo
dulce, lo ácido y lo amargo. Por lo tanto, puedes estar consciente de que tu
paladar o la lengua comienza a registrar si el vino es pesado o ligero, suave o
áspero. En realidad este tipo de
evaluación lleva tiempo pero poco a poco y con práctica podrás darte cuenta del
sabor verdadero del vino.